miércoles, 23 de octubre de 2013

EL CINE ALIANZA, UN PEDAZO DE LINCE QUE SE FUE…

El Alianza: ayer fue chongo, hoy un templo
Por Sócrates Araníbar Luna
Viajaba en una Coaster por la avenida José Pardo con rumbo a mi domicilio en el Callao y justo se sale malogrando en la esquina con Gálvez. Como no tenía ningún apuro, decidí dar una vuelta por mi antiguo barrio. Después de casi treinta años volví a pasar por la 17 de Gálvez. Eran las horas de la siesta y recordé que hace más de cincuenta años, a esa misma hora empezaba el movimiento para entrar al cine Alianza, toda una leyenda en Lince. Y mil anécdotas llegaron a mi mente…
Los personajes del Alianza…
Desde la 2.00 p.m. empezaba el movimiento. A esa hora se ubicaba Don Enrique con el sanguito más rico de Lima sobre su tabla con dados para la timba de ‘grande y chica’.  Los vagos sentados en la vereda con sus novelitas de cowboys de Marcial Lafuente Estefanía ò "James Bond 007" de Ian Fleming (versión bolsillo), las habitas (chicle serrano) y un enjambre de personajes:
" Maca", "El Lechugano", que pregonaba sus papitas rellenas: ...”¡veneno, veneno!”. Kike (que era el operador), su hermano "Babita",  mi causa "Cuteto" (por razones de investigación), el cojo Mario q. e. p. d., el Ciego Pancho, Cara de Gallo, mis primos "Los locos Luna", y yo (a la Escuela en la mañana y no daban tareas como hoy).

Las películas perdidas...
Debe haber sido el cine más barato de Lima junto al Huáscar de los Barrios Altos y donde se proyectaban las películas más antiguas, las que ya habían dado la vuelta tres veces por todo el Perú  Sin embargo, iban los intelectuales a buscar filmes trascendentales, ya que al no existir aún los Cines-clubs era imposible verlos en otro lugar. No era raro ver en la platea alta a don Alfonso Delboy, a Sebastián Salazar Bondy, a Pedro Ureta, padre de el Loco Ureta. En una reciente entrevista Ricardo Bedoya (de "El placer de los ojos") confesó ser asiduo parroquiano del cine Alianza porque ahí encontraba películas clásicas que se le habían escapado hacía muchos años.
Tan popular era el cine que la chispa barrial le colocó apodos jugando con los nombres de cines de primera categoría: Metropulga, Aliambra etc.
A la última función de noche asistían diversos personajes arquetípicos: los que iban a ver la película, los que iban a joder, los "brócolis" (Matta, "Aguila Coja"), los mostaceros, los chacchadores de coca y los que roncaban dormidos (había que tirarles pepas de durazno para que no hagan ruido), y si la película era mala el chongo se generalizaba.

John Wayne, Bebe y el famoso chongo…
Recuerdo uno de los chongos más famosos.
Escena de El Hombre Quieto: John Wayne entra a la fuerza a la casa de Maureen O´Hara, se besan, apagan la luz y luego se oscurece la escena... amanece y cantan los pajaritos... desde el lado derecho se escucha una voz aguardentosa:
-      Bebe, ¿se la cachoooó?
-      Síiii! – responde Bebe desde el frente con su inocente voz de pito.
 La mamá de Bebe, una voluminosa dama que se sentaba siempre en la última banca,  no se aguanta:
-      ¡Bebe ya escuché,  en la casa te reviento!!!

Cinco minutos de risas y cada diez minutos se repite el chongo. La gente esperaba que la sala quede en silencio y surgía nuevamente la imitación de la voz de la señora (era Makachorrin)...
-      ¡Bebeeeeee, ya te escuchéeee!
Jamás me reí tanto en una sala de cine. Confieso que yo también imité a la señora, pero una sola vez. Y al pobre Bebe, el inocente personaje de la voz de pito,  la frase le quedó pegada a los oídos durante varios años; al pasar por la calle los vecinos linceños lo saludaban con este latiguillo
-      ¡ Bebe, ya te escuché!...
A ese entrañable viejo Cine lo repletaban en Semana Santa gente de todo Lima que buscaban "La Pasion de Cristo" (versiòn muda) que tan gastada andaba que terminó durando sólo 15 minutos. Otros habitúes buscaban el Cine Negro francés de los cuarentas. y allí sentado en una de sus bancas apolilladas vi una estupenda versión francesa de "El Dr. Jeckyll y Mr. Hyde", en la que Mr. Hyde era un chaplinesco personaje llamado "Opalo"...chapa que heredó mi causa Miguel Matta Zevallos. 
Cerró el viejo cine y se cerró toda una etapa de la vida de Lince y Lobatón y las imágenes de su ecran volaron al infinito, pero dicen los que aún viven por el lugar que -como en La Canciòn del Viejo Roxy de Joan Manuel Serrat- por las madrugadas se escuchan las voces de Marlon Brando, Humphrey Bogart, Jean Servais, Marilyn, con acústica de salón vacío... Ah, y también se puede escuchar los ecos de la voz de la madre (q. e. p. d.) de Bebe
-      Bebe, ya te escuché, en la casa te revientooo!!!
(Esta serial continuará la próxima semana…)




lunes, 21 de octubre de 2013

CARLOS GALDÓS, UN LINCEÑO MULTIFACÉTICO

Linceño multifacético. Conduce un programa de radio, otro de TV, la noche es mía, escribe en Somos el magacín sabatino de El Comercio. Carlos Galdós es todo un personaje: dice lo que piensa, odia el racismo, la cucufatería, la politiquería, la pituquería despreciativa, la huachafería de quienes sin tener nada imitan a los que tiene todo y ... muchas cosas más que no caben en un reportaje. En una entrevista de Perú.21, Carlos Galdós habla con cariño de Lince, el barrio en que nació y lo vio crecer. En fin, es un personaje que se las trae. Y además ama a Lince.



¿Alguna vez viviste unas vacaciones permanentes?

Ya quisiera. Cuando uno es chiquillo, los viejos no te dejan; además, desde muy chico tuve muchas responsabilidades. Claro, en Lince tuve bastantes noches de fiesta, de madrugada, de parque, donde la gente llegaba en tandas: la primera, de jóvenes, que se quedaban hasta que nuestras mamás nos llamaban a dormir; luego venía la gente de parque, la chonguera, y más tarde llegaba el residual achorado y bravo que tomaba Cienfiegos con Kanú en jarra de plástico (ríe). (el subrayado es nuestro)


Dicen que uno recién es famoso cuando te imitan en un programa cómico…

Me imitaba ‘Felpudini’ (risas). Me parecía genial, qué talentoso, era tal cual. Me fui a hablar con mi vieja y le dije: “Tengo un hermano que me has negado” (risas). En las imitaciones está cómo te percibe la gente, lo que uno no logra ver. Al observarlo –al observarme–, sentía que tenía gusanos en el estómago, ¡de dónde tanto movimiento! (y mueve las manos). A veces, cuando hablaba de mis viajes, sonaba pretencioso; son cosas que uno debe cuidar.

Escribes en Somos, tienes un programa en Studio 92, desde el lunes conducirás La noche es mía. ¿Cómo manejas todas estas facetas?

También tengo una hija, una novia; acabo de publicar un libro y hago mis unipersonales. Hay personas que pueden trabajar de 8 a.m. a 10 p.m. en una oficina y son felices; si me ponen en una, me suicido. Mi trabajo implica una gran dosis de creatividad y, aunque no lo parezca, es desgastante pues, para mí, el ocio es un trabajo.


¿Tu madre está orgullosa de ti?

No se lo he preguntado. ¿Qué intuyo? Que sí. Mi vieja y mi entorno –la gente que me quiere, que no suma más de cuatro personas– se preocupan por mí: quieren que esté contento, que haga lo que me gusta. Y cuando le conté a mi hija –quien tiene seis años– que me iban a dar un programa en la TV, me dijo: “Ya era hora”.

¿Qué le agradeces a Lince?

Todo. Lince me dio la piel y me la curtió. Y más que a Lince, le agradezco todo a mi origen: mi madre; a ella, en verdad, le agradezco todo.

Tomado de Perú 21.pe

Autor: Gonzalo Pajares.

gpajares@peru21.com