domingo, 1 de febrero de 2015

LOS SÁBADOS DE MI INFANCIA EN LINCE

Por Sheila Ráez Kuan.


Era sábado al medio día, me dirigía por Javier Prado desde San Borja con dirección a San Isidro para una reunión urgente, pero una de esas terribles congestiones de tránsito me obligó a desviar mi ruta y tomar una vía  alterna. Volteé a Canadá con dirección a Lince. Hacía muchos años que no pasaba por ahí, crucé el puente de la Vía Expresa y  observé un letrero:


AVENIDA JUAN PARDO DE ZELA


Entonces resplandeció un flash en mi mente: "Pardo... sábado... Lince... mercado..."   Las imágenes agolpaban en mi memoria, y el cúmulo de recuerdos me obligó a disminuir la velocidad del auto, lo cual causó un alboroto  en el cruce con Iquitos: los taxistas bocineaban de lo lindo, los cobradores de combi me insultaban, los transeúntes desconcertados no sabían qué era lo que sucedía. Volteé para Iquitos y cuadré el auto. Miré el espejo retrovisor.


Ahí me miraba una niña de trenzas y cerquillo en cuyo rostro destacaba una sonrisa con un diente de leche menos. Esa niña era yo, una flaquita de siete años con zapatillas rosadas y una mochilita floreada donde guardaba mi muñeca, mi peineta y un espejito donde me miraba para arreglarme el cerquillo.


Los Pasteles en la esquina...
En aquella época vivíamos en la avenida Juan Pardo, cuadra 3 -porque no se llama José Pardo-, allí estuvimos hasta mis nueve años. En la esquina de mi casa, justo en la esquina de Merino con Pardo, había una pastelería, en realidad sólo era panadería pero hacían unos pasteles espectaculares. El relleno de los alfajores, las milhojas y los cachito era un alucinante manjarblanco. Los sábados por la tarde comprábamos buena cantidad de esos deliciosos pasteles. Creo que  eran comparables a los de la pastelería Belgravia  y que el día de hoy tienen el mejor pan baguette dulce de todo Lima, porque se le acaba en dos horas.


El pollo del tablón.
Casi todos los sábados comíamos pescado que comprábamos en el mercado. Pero a veces se nos antojaba el pollo. En la avenida Pardo habia una pollería  -creo que aún existe- que si no me equivoco se llamaba Pollería El Dragón, allí se preparaba un pollo recontra rico con sabor a chifa y lo que más me gustaba eran los pedacitos del pollo que quedaban en la tabla. Lo  explico: el chino, siempre sonriente y servicial,  cortaba el pollo en una especie de tablón redondo de madera  donde cortaba los pollos a golpes de hacha, pero sobre  ese tablón siempre quedaban trozos pequeñitos de pollo. Era una delicia meter los dedos y agarrarse uno que otro pedacito de pollo. Y luego las carcajadas al regresar las dos o tres cuadras del trayecto a mi casa chupandome los dedos y oliendo a pollo.


El jugo y la bicicleta...
Los sábados por la mañana empezaban los ajetreos para abastecer el hogar con abarrotes para la siguiente semana. Mi mamá agarraba el coche de las compras y nos íbamos al mercado Lobatón caminando más o menos unas seis cuadras. Y entonces venía lo mejor de todo, lo que más me gustaba al finalizar las compras. Antes de regresar a la casa, nos deteníamos en una de las juguerías representativas del mercado Lobatón para comer un rico queque de naranja y un delicioso jugo surtido. La dueña del negocio siempre nos regalaba medio vasito de yapa.


Y recuerdo que aprendí a montar bicicleta en la plaza Pedro Ruiz Gallo, un parque enorme adornado por la iglesia de Santa Beatriz y la municipalidad. El parque no estaba  tan arreglado como ahora, pero recuerdo que ahí me llevaba mi mamá para montar una bicicleta de adulto a mis escasos siete años. Imaginense lo fuerte que fue ese entrenamiento. Pero una tarde sufrí una caída. A mi asustada madre la ayudó a levantarme una señora cuyo rostro me era conocido. Era la dueña de la juguería del mercado.


¡Uf, cuántos recuerdos! ¡Zuuum!l el zumbido del celular me trajo nuevamente al 2015. Tuve que regresar nuevamente a Javier Prado. Y ya no me alcanzó el tiempo para recorrer nuevamente las nueve cuadras de la avenida Pardo, la Plaza Ruiz Gallo, la panadería, la pollería  y el mercado de Lobatón. ¿Estarán todos ellos aún allí? Uno de estos días volveré para agradecerle nuevamente a la señora del mercado por su ayuda...y por los jugos sabatinos.