viernes, 2 de diciembre de 2016

EL CINE WESTERN, EL AGUA VIVA Y YO.

Por Sócrates Araníbar Luna
Bueno, debo reconocer que la culpa fue mía, cuando Renato me dijo:
—Causa, ¿quieres ir al Agua Viva en el cine Western?
Enseguida mi mente explotó y mi niñez puso play en mis años en Lince,  en el Western, viejo cine de media mampara (así les decía mi madre a la gente de clase media) donde décadas atrás se presentaba la Bim Bam Bum (Revista Varieté, un show al que jamás pude ingresar por razones de edad) y donde cantaron Pedro Infante y Benny Moré, donde vi todas las películas de cowboys y de detectives. Ah, y olvidaba la frutería del costado del cine, que atendía 24 horas para satisfacer antojos frutales de las embarazadas, que nos surtía de frutas de estación con maniobras non sanctas; y donde tempranito los resaqueados se repletaban de vasos y más vasos de jugo de papaya con hielo antes  de partir para el trabajo.
-vamos, ¿te animas? Me despertó Renato del sueño. Mi amigo es Jefe de célula. O sea, paga muchísimo más del diezmo para asegurarse una butaca en el Coro Celestial (debe ser en la zona VIP).
—Después te invito un escabeche de bonito— insistió Renato, y terminó por convencerme, más por el escabeche que por el fin de mi irreverencia.
¿Político o actor?
El viejo cine lucía completamente remozado y empecé a mirar, girando mi cabeza, su cielo raso y desde la platea quise ubicar la localidad de platea alta pero no funcionaba. La sala estaba plena de luz y pintada de blanco, linda, hasta que apareció en el proscenio un zambito quimboso (el Pastor Solari, me dijeron), quien lanzó un grito. Un tremendo grito. Un inesperado. Un grito de discurso de campaña electoral.
—¡Yo fui pecadoooooooor!, ¡yo me alistaba los días sábados para tonear!, me ponía tiza, salía a comprar mi falso pa´ la ñataaa!
De saque me cayó bien su estilo ameno, con giros jerguísticos. También dijo que le gustaban las malas mujeres (que son la buenas, el paréntesis es mío)
—pero ya nooooo! —volvió a gritar—, ¡desde que ví la Luuuuzzzzzz! ¡Que levanten la mano los que han venido por primera veeeezzzz! —volvió a gritar.
Los Hermanos Caradura…
Y al toque sentí que alguien levantó mi mano tomándome de la muñeca. Era Renato. “¡uy la cagada!”, dije para mi mis adentros. Y tuve que acercarme más de fuerza que de ganas y al llegar adelante —éramos cuatro— nos abrazó uno por uno y nos besó en la mejilla (me acordé de Judas en el evangelio y me la limpié disimuladamente). Con su pulgar me hizo una cruz en la frente y me preguntó si había visto la luz. Y yo, que sólo pensaba en el escabeche, torcí el timón de mi mente a otra autopista luminosa y me acordé de la película The Blue Brothers (Los hermanos Caradura), y en la magnífica escena donde James Brown en el papel de un Pastor canta el gospel The old land mark, mientras grita frenéticamente “!shiniiiing ... shinniiiing”, cuando se abre una nube e ilumina a James Belucci y este, ante la sorpresa de Dan Aykroyd, empieza a dar saltos mortales por el pasillo y se pone a bailar con el coro de negras y de pronto se me escapó a todo pulmón un
—¡Vi la luuuuuuzzzzz! .
y todo el teatro empezó a gritar
—Amennnnnnnn amennnnnnnnn!  ¡Perdónameeeee Señooooooor!
La Pasión de Mel Gibson…
Y los feligreses caían en éxtasis blanqueando las miradas como si tuviesen un ataque de epilepsia. Justo en ese momento, en el instante justo y estudiado, el proyector lanzó La Pasión, de Mel Gibson, mientras se revolcaban en el suelo. Rápidamente Solari hizo una seña a su auxiliar,  y este —por demás sereno—, hacia señas a unos ayudantes para que repartieran pañuelos de papel previamente preparados. Miré alrededor, buscando una vía de escape, y salí disimuladamente. Ya fuera, tomé una bocanada de aire frío para recuperar el control, y caminé ocho cuadras antes de tomar un taxi con rumbo al Callao.
Y la próxima vez que vea a Renato le voy a decir que le invite escabeche a su mismísima abuela.