miércoles, 8 de agosto de 2018

UN MÉDICO LINCEÑO DE CORAZÓN

Por Manuel Araníbar Luna
"¡Cuán queridos son los recuerdos de su tierra natal!"
                             (Voltaire)
El ser humano no olvida sus años de infancia. Los grandes autores así lo mencionan en infinidad de textos. El premio Nobel  Gabriel García Márquez, saltó a la fama al publicar sus relatos en los que recordaba su tierra natal, Aracataca, aunque cambiándola por el nombre de Macondo.  Lejos de su patria, el poeta César Vallejo, recordaba en sus textos los años de su infancia en su natal Santiago de Chuco.
El doctor Juan Manuel Martin Chávez, trujillano residente en Lince durante muchos años, eligió como residencia  el parque Ramón Castilla por el mismo motivo. Llegó  de Trujillo enviado por sus padres para estudiar medicina. A  los primeros días de su llegada,  amante de la vida campestre y  la cacería, decidió residir en la calle Joaquín Bernal, frente al Parque Ramón Castilla. Y solía repetir orgullosamente  el motivo por el que escogió vivir en una de las zonas más representativas de Lince.   
—Despertar en las mañanas con el canto de las aves no tiene precio. Me trae recuerdos de mi infancia en la hacienda de mi tierra natal.
Los sábados y domingos se levantaba temprano para  ver los fogosos y violentos partidos que se jugaban en las terrosas canchas del Bosque Matamula (Hoy Parque de Los Próceres)  o en el  Maquilón (en el terreno de lo que hoy es el Colegio Melitón Carbajal).




El flechazo deportivo…
La tarde de un domingo, con la finalidad de tomar un relax de sus extenuantes estudios en la Facultad de Medicina de San Marcos,  varios amigos lo invitaron al antiguo Estadio Nacional de tribunas de madera para ver un encuentro entre Deportivo Municipal con Alianza Lima.  Aquella tarde el equipo de la franja le dio un baile al cuadro de La Victoria con el show deportivo de tres malabaristas de la pelota que la jugaban en paredes de menos de un metro, tocándola tan rápido y cambiando de puestos, dejando en ridículo a sus marcadores victorianos.
Juan Manuel preguntó a sus amigos por el nombre de aquellos jugadores que hacían filigranas en la cancha. Se lo dijeron: Roberto “Tito” Drago, Oscar “Caricho” Guzmán y Máximo “Vides” Mosquera, habilitados desde la volante por otro genio del medio campo: Segundo “Titina” Castillo. Desde aquella tarde, don Juan Manuel no se perdió un partido del Muni. No contento con ello, se hizo socio del club de sus amores, pagando religiosamente las cuotas por su afiliación.
Un médico muy querido…
Luego de recibirse, ejerció durante treinta años el puesto de cirujano mayor en el Hospital del Empleado (Hoy Edgardo Rebagliatti), llegando a obtener por méritos propios la jefatura de área. Su don de gentes y cariñoso trato a pacientes y compañeros de trabajo le granjearon la estimación de todos.
Con su hijo Renato en cacería de venados en la Hacienda
Don Juan Manuel, trujillano de nacimiento pero linceño de corazón,  falleció hace unos años, pero los linceños no lo han olvidado y siempre lo recuerdan con cariño.
Con su Volkswagen en los años que ejercía la  medicina