Por Manuel Araníbar Luna.
Jamás lo volveremos a ver en persona tal como lo disfrutamos en la Feria del Hogar. Nos referimos a Héctor Pérez,
más conocido en todo el mundo hispano como Héctor Lavoe. Un día 30 de setiembre no dio su primer grito
de recién nacido: sólo cantó. Y sólo la muerte impidió que lo siga haciendo. Aquí
una anécdota que se sigue propalando por Radio Bemba, es decir, de boca en
boca.
Un taxista se lo relata al cronista colombiano Juan José Hoyos de la
siguiente manera:
"había pasado la medianoche cuando, de un
extremo de la carretera, saltó un hombre vestido con frac y con los pies
descalzos. Se veía que estaba asustado y el chofer no pudo evitar detenerse. El
hombre le pidió que lo llevara a su hotel. Le contó que había estado cantando
en una fiesta de mafiosos y que la cosa se había puesto fea, que iba sin un
dólar y que su nombre era Héctor Lavoe".
Difícil de creer. El chofer estaba convencido de que se trataba de un
embuste y le pidió pruebas:
- Me va a tener que cantar “Yo soy el cantante” si quiere que lo lleve al hotel -, dijo el taxista. El hombre que ya estaba dentro del auto pareció molestarse:
- Mi pana, ¡pero si por eso fue el problema! ¡Un tipo de esos me hizo repetir como diez veces esa canción, amenazándome con una pistola! ¡Y yo me mamé y le dije a la orquesta no canto más, apaguen los equipos!.
El taxista insistió, le recordó al delgado hombre de sastre que le
estaba haciendo un favor al llevarlo sin cobrar y, cuando se dio cuenta, estaba
escuchando una voz de otro mundo:
“Yo soy el cantante / que hoy han venido a escuchar
/ lo mejor del repertorio a ustedes voy a brindar. / Y canto a la vida / de
risas y penas / de momentos malos / y de cosas buenas”.
Ya no había dudas. Era Héctor Lavoe .
A LAS BALAS ME REMITO
La anécdota, que podía haber pasado como uno de esos cuentos con los que
los taxistas nos hacen ameno un viaje largo, tomó elementos de realidad cuando
algunos de los miembros de la orquesta de Lavoe dieron su testimonio.
Eddie Montalvo, el conguero del grupo, recordó que el contrato para
tocar frente a Pablo Escobar lo había gestionado Larry Landa, un empresario
artístico muy ligado al mundo del narcotráfico, que de acuerdo a este Lavoe y
compañía debían tocar hasta las dos de la mañana, pero que a Escobar se le dio
por extenderlo hasta las seis de la mañana. Así lo declara:
“Cuando fueron las dos de la mañana, Héctor le dijo
a la banda que pararan. El organizador los amenazó a punta de pistola para
obligarlos a continuar cantando. Quería que Héctor repitiera Yo soy el
cantante. Ismael Rivera se envalentonó y los guardaespaldas también. Hasta que
los llevaron a un cuarto pequeño que cerraron con llave el resto de la noche
(...) Después de una hora, Héctor rompió una ventana y con la ayuda de los
otros músicos salieron uno por uno por ahí, sin sus instrumentos, en la
oscuridad y con miedo. Por treinta minutos se resbalaron, se cayeron, hasta que
salieron a la carretera”.
Y así fue cómo Héctor Lavoe terminó en el taxi del narrador de esta
historia un día de enero de 1981. Pero allí no acabó: al día siguiente del
incidente un desconocido visitó a Héctor y su banda en el hotel donde se
hospedaban. Les dejó un cheque, los pasaportes que les habían decomisado, los
instrumentos retenidos y las disculpas respectivas.
Esa historia la lei en mi paso por Panama. puede ser cierta porque el loco pablito no medía gastos para satisfacer sus caprichos
ResponderEliminar