Por Sócrates Araníbar Luna.
Bajo
el caliente sol de marzo, sentados a la vereda
de la esquina de Chin Chin, cuadra 15 de Francisco Lazo, (ubicada al
final de la vereda de esta foto), Enrique y Eduardo Murata, Carlos Ramos Velit,
el Chino Ricardo Loo, Luis Zevallos y yo
(tremenda sarta de vagonetas) conversábamos de fútbol. Volteando de Manuel
Segura, arrastrando los pies al filo de la pared y silbando el tango “Tomo y Obligo” se nos acercó Carpayo,
gran personaje de Francisco Lazo.
Muchos tragos y pocas
pulgas…
Carpayo
era tarapaqueño y al igual que mi padre también había llegado a Lima expulsado
de Chile. Como lo comenté en anterior crónica, don Carpio -Carpayo para todo
Lince-, era zapatero remendón, hábil con la chaira y hombre de muchos tragos y pocas
pulgas, a tal punto que ya le había dado chamba a varios cirujanos de la
Asistencia Pública. Sin embargo, no todo era negativo en él: era un temible
jugador de damas y ajedrez; gran conversador, gustaba relatar a los muchachos sus
correrías infantiles en su natal Tarapacá, además no ocultaba su apego a los
animales. Engreía a perros y gatos y, en la época del auge anchovetero de los
sesenta, sorprendió a todo Lince con su amor por los pelícanos. Cierta tarde uno
de los sorprendidos, don Miguel Hitotsuishi, famoso fotógrafo linceño, lo
inmortalizó alimentando a los pobres palmípedos en un par de fotos que fueron publicadas
en los diarios de entonces, una de las cuales encabeza esta nota.
¿Vegetariano? hummm…
Las
malas lenguas del barrio se preguntaban si Carpayo era vegetariano porque jamás
se acercaba a los puestos de carniceros o polleros.
- Verdurita
nomás compra, causita -nos decía el verdulero Machahuay, tremendo personaje de la paradita
de Lince, precursor del cholo acriollado y que se vestía a lo hippie y hablaba
jerga.
- Pa’
qué va a comprar carne –respondía Don Juan Bastos, el carnicero del barrio-, si
tiene una granja de pelícanos.
La Portola misteriosa…
Sonriente
y chaposo, quizás por los efectos de su infaltable cuartito de “salta patrás”, aquel mediodía Carpayo nos
invitó a almorzar. Según él, el menú era Portola y arroz con pato. El Chino tenía
sus dudas y con toda la concha del mundo que se manejaba nos preguntó:
- ¿será
Patiño o pelicaniño?
- ¿Qué
diferencia hay?, ambas aves son palmípedas -, respondió mi compadre Carlos con
esa chispa que Dios le dio.
- La
Portola la abro yo, no vaya a ser tripa de pescado- terció Eduardo.
Juro
que, temeroso de llevarme un chasco, no fui al almuerzo alegando una cita
impostergable, pero al día siguiente Luis Zevallos asegura que vio a Los Cuatro
Fantásticos: Enrique y Eduardo, Carlos Ramos y el Chino Ricardo saliendo del llonja
de Carpayo escarbándose los dientes con palitos de fósforo.
Y
hasta ahora sólo Dios sabe si comieron pato, pelícano o -en lugar de Portola-
tripa de pescado entomatada...
JAJAJA, EL TÍO CARPIO. SIEMPRE SALÍA A JUGAR DAMAS CON LOS MUCHACHOS.
ResponderEliminarbuena anécdota doctor. felicitaciones, a mi me habian hablado muchas cosas de don Carpio. supongo que habrpan más anécdotas de tan distinguido personaje..
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