(Voltaire)
El ser humano no olvida sus años de
infancia. Los grandes autores así lo mencionan en infinidad de textos. El premio
Nobel Gabriel García Márquez, saltó a la
fama al publicar sus relatos en los que recordaba su tierra natal, Aracataca,
aunque cambiándola por el nombre de Macondo. Lejos de su patria, el poeta César Vallejo, recordaba
en sus textos los años de su infancia en su natal Santiago de Chuco.
El
doctor Juan Manuel Martin Chávez, trujillano residente en Lince durante muchos
años, eligió como residencia el parque
Ramón Castilla por el mismo motivo. Llegó de Trujillo enviado por sus padres para
estudiar medicina. A los primeros días de
su llegada, amante de la vida campestre
y la cacería, decidió residir en la
calle Joaquín Bernal, frente al Parque Ramón Castilla. Y solía repetir
orgullosamente el motivo por el que
escogió vivir en una de las zonas más representativas de Lince.
—Despertar en las
mañanas con el canto de las aves no tiene precio. Me trae recuerdos de mi infancia
en la hacienda de mi tierra natal.
Los
sábados y domingos se levantaba temprano para ver los fogosos y violentos partidos que se
jugaban en las terrosas canchas del Bosque Matamula (Hoy Parque de Los
Próceres) o en el Maquilón (en el terreno de lo que hoy es el
Colegio Melitón Carbajal).
El flechazo deportivo…
La
tarde de un domingo, con la finalidad de tomar un relax de sus extenuantes
estudios en la Facultad de Medicina de San Marcos, varios amigos lo invitaron al antiguo Estadio
Nacional de tribunas de madera para ver un encuentro entre Deportivo Municipal
con Alianza Lima. Aquella tarde el
equipo de la franja le dio un baile al cuadro de La Victoria con el show deportivo
de tres malabaristas de la pelota que la jugaban en paredes de menos de un
metro, tocándola tan rápido y cambiando de puestos, dejando en ridículo a sus
marcadores victorianos.
Juan
Manuel preguntó a sus amigos por el nombre de aquellos jugadores que hacían
filigranas en la cancha. Se lo dijeron: Roberto “Tito” Drago, Oscar “Caricho”
Guzmán y Máximo “Vides” Mosquera, habilitados desde la volante por otro genio
del medio campo: Segundo “Titina” Castillo. Desde aquella tarde, don Juan
Manuel no se perdió un partido del Muni. No contento con ello, se hizo socio
del club de sus amores, pagando religiosamente las cuotas por su afiliación.
Un médico muy querido…
Luego
de recibirse, ejerció durante treinta años el puesto de cirujano mayor en el
Hospital del Empleado (Hoy Edgardo Rebagliatti), llegando a obtener por méritos
propios la jefatura de área. Su don de gentes y cariñoso trato a pacientes y
compañeros de trabajo le granjearon la estimación de todos.
Con su hijo Renato en cacería de venados en la Hacienda |
Don
Juan Manuel, trujillano de nacimiento pero linceño de corazón, falleció hace unos años, pero los linceños no
lo han olvidado y siempre lo recuerdan con cariño.
Con su Volkswagen en los años que ejercía la medicina |
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