Por Sócrates Araníbar Luna
“Son las doce y el pescado sin vender”
(Antiguo refrán asturiano)
UNO
Las paraditas de Lima tienen su
encanto. Pese a los enemigos que nunca
faltan quejándose de todo, allí se consigue de todo lo que hay en un mercado formal, pero a
precios más bajos. Los pleitos son cosa de todos los días entre los vendedores
de la paradita (que venden más barato, ya que no pagan impuestos) y los
comerciantes formales (cuyos precios son más elevados).
Pero además los ambulantes
tienen otros pleitos, ya sea con policías municipales como con la policía
nacional. Los pleitos también se suscitan con los vecinos, porque la invasión
de los vendedores llega a las veredas. También se forman bochinches con los choferes
que pasan por ahí, puesto que la pista poco a poco se va angostando debido a la
invasión paulatina de carretillas que les obstaculizan el paso
Y en ese pequeño trozo de cielo
llamado Lince, en la esquina de Francisco Lazo con Manuel Segura, al filito de
Santa Beatriz, a un par de cuadras del Cine Libertad, hace muuuchos años surgió
de la noche a la mañana una paradita modesta, de unos cinco o seis
carretilleros. Rápidamente creció como una malagua.
Los ambulantes llegaron a ocupar media cuadra
de la 15 de Lazo, media cuadra de Manuel Castañeda; y media cuadra de Manuel
Segura. Y la marea siguió avanzando por ahí hasta llegar a las puertas del
Castillo Rospigliosi y sus adyacentes. Nadie la detenía. Cuando venían a joder
los policías municipales de Lince, los ambulantes se saltaban las pistas para
meterse a Santa Beatriz. Y viceversa y versavice.
No faltaban las quejas por algunas
hojas de periódico, envolturas o pancas de choclo que quedaban desperdigadas en
las calles. No obstante, jamás un vecino encontraba allí las tripas, piltrafas,
escamas y otros pertrechos de pescado que eran cosa de todos los días en otras paraditas de Lima. La ausencia de
agallas y sus efluvios se debía al cuidado que ponían los vendedores de pescado
de esa paradita: el dúo dinámico: Miguel ’Cabeza de Gato’ Velasquez, ex
futbolista del Alianza Lima y el ‘Borra’ de Lince; y… el personaje de esta
historia, Picho Sifuentes.
LOS COMPADRES DE CUBA EN LINCE.
Eran dos tipos pintorescos. Poseían
una habilidad pasmosa para cortar, escamar, filetear y envolver los pescados
sin mirar lo que hacían mientras contaban chistes colorados y chismes del
barrio, cantaban boleros de Bienvenido Granda, enamoraban a las empleadas domèsticas
y obsequiaban la merca que no podían vender. Los vecinos recuerdan que durante su estadía
en Lima, alojándose en el Hotel Majestic de la avenida Arequipa, los hermanos Reynaldo
y Lorenzo Hierrezuelo, el dúo Los Compadres de Cuba (en otra crónica narraremos una anécdota de este extraordinario dúo en su paso por Lince), se detenían a observar el
trajín de los carniceros, verduleros y fruteros, pero observaban admirados el
modo en que Picho y Cabeza de Gato, manipulaban sus productos marinos.
Y al finalizar sus
sacrificadas labores, luego de limpiar meticulosamente sus puestos de venta, se
sumergían en la trastienda de ‘Chin Chin’ a emborracharse jugando ‘Callao cinco
rayas’ sobre la mesa marcada con nombres, apodos y corazones atravesados con
flechas, mientras escuchaban música de la Sonora Matancera en sus radios a
transistores. A las once de la noche salían
abrazados completamente ebrios cantando boleros de Daniel Santos y sones
orientales del dúo mencionado líneas arriba, Los Compadres de Cuba. A veces se
agarraban a golpes, pero al día siguiente, se conversaban como si no se
hubieran visto el día anterior.
Ambos gozaban del afecto de la gente.
Y esto se debía a su trato atento y servicial, a su desprendimiento para
obsequiar pescado a los vecinos más necesitados. Muy a menudo, particularmente
los sábados y domingos, se ofrecían a preparar cebiche y chilcano en casa de
las tías del barrio. Pero los años pasan y las farras pasan su factura…
DOS
Un sábado pasando el medio día, Picho no
se juntó a chupar con los gargantas, camarones y venticuatrinos porque estaba afiebrado
y afónico. Esto sorprendió a sus compañeros de chingana, a los niños a quienes
obsequiaba caramelos y a los vecinos que solían escuchar sus boleros antiguos a
las once de la noche, luego de que Rosita los sacaba a empellones de la tienda
de Chin Chin… Se sabía que Picho vivía en Surquillo pero nadie tenía su
dirección. El lunes avisaron que lo enterraban a las 4, no era ninguna gripe,
era algo más siniestro… se lo había llevado la difteria.
Los vecinos de Lince, al dìa
siguiente, cuando no lo vieron aparecer canturreando sus boleros antiguos,
recordaron el antiguo dicho español
“Son
las doce y el pescado sin vender…”
El martes las cojinovas se pusieron
luto, los bonitos amanecieron alegres porque no había quién los descuartice y
los choros empezaron a castañuelear, las escamas se juntaron todas para formar
un rosario, los cangrejos firmaron la paz con los calamares, las agallas
acallaron a los borrachos venticuatrinos con un ‘¡so, carajo!’… las moscas bailaron un
bolero en su tabla de picar … y las aletas palmearon sus sones cubanos más
preferidos. Nadie comió seviche por 3 días… y dicen los guaraperos que durante
siete noches la niebla de Lince trajo un extraño y penetrante olor a pescado
frito… y en el cielo brillaba la luz de un cuchillo sobre la iglesia de Santa
Beatriz… y los niños lloraron por sus caramelos perdidos... y por la 15 de Francisco
Lazo, luego de las campanadas de la medianoche, los ejes de su carretilla
rechinaban y asustaban a todo el barrio ("…si a mi me gusta que suenen pa’
que los quiero engrasaos…").
TRES.
Inolvidable Picho Sifuentes, nunca
supe su nombre de pila… cuando estaba entre copas, con el cabello despeinado,
con los rulos tapándole la frente y un puchito entre los dedos amarillentos, se
ponía a cantar
"zapato
goto, zapato goto,
con
esa pinta adonde vas..."!
¡Ah, me olvidaba!, su compadre
"Cabeza de Gato" murió a los 3 días y mientras subía al cielo (lo más
probable) lloraba porque su compadre "Picho" no había asistido a su
funeral… jamás se enteró que este le había ganado la carrera a esa meta donde
tarde o temprano llegamos todos, donde ya no es necesario vender pescado para
ganarse la vida, porque allá arriba su padrino San Pedro Pescador ha declarado
asueto infinito... porque la vida ‘ya fue’… porque..., como cantaba Daniel Santos,
Porque
al fin de la partida
Gana
el albur de la muerte…