Por
Manuel Araníbar Luna
Sorpresa:
una orquesta de dos músicos.
Desde niños, cuando escuchábamos a Los Compadres,
pensábamos que era un grupo, un conjunto completo con guitarras, flauta, toda la percusión de los cueros y la clave (los clásicos palitos que dan el ritmo 1-2-3, 1-2). Pero nos quedamos absortos la primera primera
vez que los vimos actuando en vivo en el Festival de Agua Dulce. ¡Eran sólo
un dúo y nadie más! ¡Pero cómo sonaba eso, chico! Esos dos hacían todo: guitarras, la clave humana, la flauta
humana, el bongó, la tumba y el quinto, golpeando todas las partes de la
guitarra.
Estuvieron
alojados una larga temporada en Lince. Concretamente en el Hotel Majestic de la
cuadra 15 de la Avenida Arequipa, esquina con Segura. De cuando en cuando
degustaban los anticuchos y pancitas de la tía de la esquina de Gálvez con
Manuel Castañeda, los jugos surtidos de
la Bruja Sotil antes de que su negocio se convierta en cantina, el escabeche de
Cañete y el pisco sour del bar del hotel linceño donde se hospedaban.
En sus momentos libres paseaban por las calles de
Lince y a veces se sentaban a descansar bajo los árboles del Parque Castilla. Solían
detenerse a observar las paraditas, especialmente la de Lazo, Manuel Segura y
Carlos Arrieta. Se quedaban maravillados al ver la gran variedad de viandas y postres de la
comida peruana.
Este
caballo que tú ves aquí…
Cierto día del año 69, bajo el candente sol del
medio día nos disponíamos a ir, toalla en mano, a la playa de Agua Dulce, pero
previamente quisimos refrescarnos con una chicha morada. Y dimos un respingo cuando vimos a los hermanos Hierrezuelo, ambos de impecable guayabera,
que observaban curiosos la chicha morada con hielo de la famosa tía que al
amanecer vendía emoliente y al medio día lo hacía con maracuyá y chicha morada. Ambos pensaban que en el inmenso frasco de vidrio había vino tinto; así se lo hicieron saber a la
caserita.
- - No es vino, caserito - le dijo la tia que no sabía quiénes eran ellos - es chicha morada.
Mi hermano y yo nos codeábamos, para ver quién se
animaba a preguntarle sobre la leyenda que corría en todo Lima en cuanto su
lazo de parentesco. Por fin cogí valor y me lancé al ruedo.
- - Dicen en todo Lima y Callao que
ustedes son padre e hijo – les pregunté curioso luego de presentarme.
- - Tú
tá delirando, chico – nos dijo Lorenzo el mayor riendo –, ¿acaso pareco que tengo cien año’?; ete caballo
que tú ve’ aquí sólo e’ menor que yo pol cinco año’.
- - Sí, pero ¿cuál es su grado de
parentesco –insistí -. ¿Qué son?
- - ¿Que
qué es el son? – nos tomó el pelo haciendo un juego
de palabras – E’ la música cubana pol
excelencia. De mi tierra, de El Caney.
- - No - se desesperó mi hermano -. Queremos
saber si son familia.
- - Pue’
claro, chico! – dijo Lorenzo jalando de la manga de la guayabera a Reynaldo-. ete caballo es el helmano mío, el menol. Depué’ de él viene la otra helmana mía, Caridá
que también ‘e cantante.
Y
la conversación se puso entretenida. Mientras saboreaban la chicha (Reynaldo
repitió tres veces), Lorenzo nos decía que le gustaba la música afroperuana,
casi todas las comidas, especialmente el cebiche, que allá en su tierra le llamaban
“picante de pescado”, el cau cau y el lomo saltado, el clima de verano, pero no
se acostumbraban al húmedo invierno limeño.
- - El
invierno de acá nos daña la voz y nos tupe las narices
- nos dijo Reynaldo que era poco de hablar pero mucho de mirar a las muchachas
que pasaban.
Luego añadió que tampoco les gustaba el ron
peruano pero sí ‘la bebida de sabor nacional’; que en Cuba ya no había ambulantes,
al menos no como en las paraditas de acá; que antes de la revolución los
ambulantes pregonaban su mercadería cantando sones, guarachas y congas; que la
electricidad, el agua, la instrucción, los útiles escolares y la salud eran
gratuitos… y muchas cosas más…
Primo y Segundo...
Pero
no nos dijeron nada de la existencia de Compay Segundo, de quien hasta ese entonces
no sabíamos nada porque en las fundas de los discos de carbón y de vinilo no
había información al respecto. Y es que desde que se escucharon los primeros
sones de este conjunto tales como Sarandonga, la gente de la Lima chismosa comentaba que eran
padre e hijo, sobrino y tío, compadres espirituales y que patatín patatán. Mucho después nos
enteramos de otros detalles:
“Muchísimos años
antes de formar el dúo, en la década de los treinta, Lorenzo y Francisco habían
sido integrantes del cuarteto “Hatuey”. Después Hierrezuelo y Repilado acompañarían
a la cantante María Teresa Vera. Una noche de 1949 la destacada cantante por
repentina enfermedad no asistió a una actuación. Ambos tuvieron que improvisar.
Fue así que nació el dúo. ¿Y el porqué
de Compay Primo y Compay Segundo? Allá en Cuba se les llama así: Primera voz: “Primo”;
segunda voz, “Segundo”. En el tema Sarandonga se escucha una estrofa que dice:
…Y después dice la
gente
Primo come boberías…
Pero a mediados de
los la década de los cincuenta, en pleno auge del dúo, surgieron desavenencias.
Lorenzo sacó a Compay Segundo e hizo ingresar a su hermano Reynaldo. Este tenía
un pasado glorioso, pues con el nombre artístico de Rey Caney había grabado con
la Sonora Matancera unos cuantos temas, el más famoso de los cuales es “Usted
no me conoce a mí”.
Y
Los Compadres, embajadores del son cubano por el mundo entero, se despidieron
animándonos a visitar Cuba. “No crean toda la bobería que se habla de mi Cubita
Linda”, fueron las últimas frases que nos dieron. Y se nos quedó en la memoria la
voz aguda de Lorenzo y la voz bronca y
profunda de Reynaldo en aquel inolvidable encuentro con ellos en Lince (CONTINUARÁ).
AMIGOS, LOS COMPADRES SE PASEABAN TAMBIEN POR SAN EUGENIO Y ENTRABAN AL CINE DEL PARQUE. PONGAN ESO TAMBIÉN. SI NO ME CREEN PREGUNTENLE A MI COMPADRE LEVERONI
ResponderEliminarInteresante artículo.
ResponderEliminarpor mi padre, que siempre escuchaba la musica de los compadres, le agarre el gusto de escucharlos.
ResponderEliminarMi viejo que vivia en la cuadra 2 de Renovación me conto que los vio varias veces en el local de Guitarras Fslcon que quedaba en la cuadra 3 de Luna Pizarro
ResponderEliminarLos recuerdo por las veces que asistieron en el taller de guitarras invitados por mi padre Erasmo Falcón, y su gran ritmo del sin cubano que tocaban.
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