sábado, 27 de octubre de 2012

PICHO EL PESCADOR


Por Sócrates Araníbar Luna

“Son las doce y el pescado sin vender”
(Antiguo refrán asturiano)

UNO
Las paraditas de Lima tienen su encanto.  Pese a los enemigos que nunca faltan quejándose de todo, allí se consigue de todo  lo que hay en un mercado formal, pero a precios más bajos. Los pleitos son cosa de todos los días entre los vendedores de la paradita (que venden más barato, ya que no pagan impuestos) y los comerciantes formales (cuyos precios son más elevados). 

Pero además los ambulantes tienen otros pleitos, ya sea con policías municipales como con la policía nacional. Los pleitos también se suscitan con los vecinos, porque la invasión de los vendedores llega a las veredas. También se forman bochinches con los choferes que pasan por ahí, puesto que la pista poco a poco se va angostando debido a la invasión paulatina de carretillas que les obstaculizan el paso

Y en ese pequeño trozo de cielo llamado Lince, en la esquina de Francisco Lazo con Manuel Segura, al filito de Santa Beatriz, a un par de cuadras del Cine Libertad, hace muuuchos años surgió de la noche a la mañana una paradita modesta, de unos cinco o seis carretilleros. Rápidamente creció como una malagua.  

Los ambulantes llegaron a ocupar media cuadra de la 15 de Lazo, media cuadra de Manuel Castañeda; y media cuadra de Manuel Segura. Y la marea siguió avanzando por ahí hasta llegar a las puertas del Castillo Rospigliosi y sus adyacentes. Nadie la detenía. Cuando venían a joder los policías municipales de Lince, los ambulantes se saltaban las pistas para meterse a Santa Beatriz. Y viceversa y versavice.

No faltaban las quejas por algunas hojas de periódico, envolturas o pancas de choclo que quedaban desperdigadas en las calles. No obstante, jamás un vecino encontraba allí las tripas, piltrafas, escamas y otros pertrechos de pescado que eran cosa de todos los días en  otras paraditas de Lima. La ausencia de agallas y sus efluvios se debía al cuidado que ponían los vendedores de pescado de esa paradita: el dúo dinámico: Miguel ’Cabeza de Gato’ Velasquez, ex futbolista del Alianza Lima y el ‘Borra’ de Lince; y… el personaje de esta historia, Picho Sifuentes.

LOS COMPADRES DE CUBA EN LINCE.

Eran dos tipos pintorescos. Poseían una habilidad pasmosa para cortar, escamar, filetear y envolver los pescados sin mirar lo que hacían mientras contaban chistes colorados y chismes del barrio, cantaban boleros de Bienvenido Granda, enamoraban a las empleadas domèsticas y obsequiaban la merca que no podían vender.  Los vecinos recuerdan que durante su estadía en Lima, alojándose en el Hotel Majestic de la avenida Arequipa, los hermanos Reynaldo y Lorenzo Hierrezuelo, el dúo Los Compadres de Cuba (en otra crónica narraremos una anécdota de este extraordinario dúo en su paso por Lince), se detenían a observar el trajín de los carniceros, verduleros y fruteros, pero observaban admirados el modo en que Picho y Cabeza de Gato,  manipulaban  sus productos marinos. 

Y al finalizar sus sacrificadas labores, luego de limpiar meticulosamente sus puestos de venta, se sumergían en la trastienda de ‘Chin Chin’ a emborracharse jugando ‘Callao cinco rayas’ sobre la mesa marcada con nombres, apodos y corazones atravesados con flechas, mientras escuchaban música de la Sonora Matancera en sus radios a transistores. A  las once de la noche salían abrazados completamente ebrios cantando boleros de Daniel Santos y sones orientales del dúo mencionado líneas arriba, Los Compadres de Cuba. A veces se agarraban a golpes, pero al día siguiente, se conversaban como si no se hubieran visto el día anterior.

Ambos gozaban del afecto de la gente. Y esto se debía a su trato atento y servicial, a su desprendimiento para obsequiar pescado a los vecinos más necesitados. Muy a menudo, particularmente los sábados y domingos, se ofrecían a preparar cebiche y chilcano en casa de las tías del barrio. Pero los años pasan y las farras pasan su factura…

DOS

Un sábado pasando el medio día, Picho no se juntó a chupar con los gargantas, camarones y venticuatrinos porque estaba afiebrado y afónico. Esto sorprendió a sus compañeros de chingana, a los niños a quienes obsequiaba caramelos y a los vecinos que solían escuchar sus boleros antiguos a las once de la noche, luego de que Rosita los sacaba a empellones de la tienda de Chin Chin… Se sabía que Picho vivía en Surquillo pero nadie tenía su dirección. El lunes avisaron que lo enterraban a las 4, no era ninguna gripe, era algo más siniestro… se lo había llevado la difteria.

Los vecinos de Lince, al dìa siguiente, cuando no lo vieron aparecer canturreando sus boleros antiguos, recordaron el antiguo dicho español

“Son las doce y el pescado sin vender…”

El martes las cojinovas se pusieron luto, los bonitos amanecieron alegres porque no había quién los descuartice y los choros empezaron a castañuelear, las escamas se juntaron todas para formar un rosario, los cangrejos firmaron la paz con los calamares, las agallas acallaron a los borrachos venticuatrinos  con un ‘¡so, carajo!’… las moscas bailaron un bolero en su tabla de picar … y las aletas palmearon sus sones cubanos más preferidos. Nadie comió seviche por 3 días… y dicen los guaraperos que durante siete noches la niebla de Lince trajo un extraño y penetrante olor a pescado frito… y en el cielo brillaba la luz de un cuchillo sobre la iglesia de Santa Beatriz… y los niños lloraron por sus caramelos perdidos... y por la 15 de Francisco Lazo, luego de las campanadas de la medianoche, los ejes de su carretilla rechinaban y asustaban a todo el barrio ("…si a mi me gusta que suenen pa’ que los quiero engrasaos…").

TRES.

Inolvidable Picho Sifuentes, nunca supe su nombre de pila… cuando estaba entre copas, con el cabello despeinado, con los rulos tapándole la frente y un puchito entre los dedos amarillentos, se ponía a cantar

"zapato goto, zapato goto,
con esa pinta adonde vas..."!

¡Ah, me olvidaba!, su compadre "Cabeza de Gato" murió a los 3 días y mientras subía al cielo (lo más probable) lloraba porque su compadre "Picho" no había asistido a su funeral… jamás se enteró que este le había ganado la carrera a esa meta donde tarde o temprano llegamos todos, donde ya no es necesario vender pescado para ganarse la vida, porque allá arriba su padrino San Pedro Pescador ha declarado asueto infinito... porque la vida ‘ya fue’… porque..., como cantaba Daniel Santos,

Porque al fin de la partida
Gana el albur de la muerte…

4 comentarios:

  1. Amigos del blog la esquina que se nota al fono de la foto en blanco y negro ? es la tienda de Chin Chin ¿

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  2. exacto ...pero la carretilla de pescado no es la Picho...esa era larga como una cama de 1 plaza y toda de madera...encima de la cual jugaban Callao 5 rayas Miguel , Picho y el "Chino" Echevarria....

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  3. Bella historia.

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  4. Atrapa tu relato coca, lo leí de principio a fin,combinas con maestría la ficción y la realidad ,con mayor razón si retrospectivamente he regresado a los años 60 al 66. Felicitaciones.

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