jueves, 27 de junio de 2013

SALSA: PANTALONES ACAMPANADOS Y CAMISAS FLOREADAS (Primera parte).

 Por Manuel Araníbar Luna.

La salsa en el rico Lince...

La salsa llegó a Lince a fines de los sesentas e inicios de los setentas. Recordemos los pasos acrobáticos del popular "Caña" en el Latin Brothers por el parque de los Bomberos, en el Macondo de Francisco Lazo, en el bar Zeta de Iquitos y sobre todo en el Apolo XI de Manuel Castañeda. Aquí una semblanza de la arrolladora música que sufrió tantas mutaciones que hoy no se parece a la original….

Ese periodo entre finales de los sesentas y comienzos la de los setentas fue una  época de pérdidas y hallazgos. Los adolescentes habían perdido casi todo, inocencia, mojigatería, vergüenza y mucha ropa. Pero asimismo habían hallado libertinaje y diversas drogas. Muy atrás había quedado la moda ye-ye de los cerquillos de los Beatles, el twist y los cabellos engominados y el peinado go-go de las adolescentes. Hablamos de la época hippie, y post- hippie, en la cual habían aterrizado de un viaje con marimba  las modas multicolores, ombligos al aire y saludo con la ‘v’ de la victoria.

Una mazamorra llamada chicha...

Quitando a los huachafos peruanos, esclavos de la moda norteamericana y su rock subterráneo, quitando la moda chicha de la música colombiana mezclada con rezagos del huayno, se había formado una mazamorra llamada chicha, o una chicha tan cargada que parecía mazamorra. Entonces, sin todo ello, quedaba la moda del Llauca, la moda salsa con sus achorados abarrotando legendarios bares como el Sabroso, El Combo de Loza, el Tito’s en La Perla y otros más que eran duros de matar o, en otras palabras,  matas del duraje. Era la salsa dura, con mucha pimienta, mucho ají, mucha dinamita y buena dosis de alucinógenos. Es allí donde se consolida todo ese movimiento de pantalones acampanados y camisas multicolores.

DEL BARCO AL SABROSO.

        Sigilosamente, como la marea que sube sin que te des cuenta, como la neblina que de a poquitos te humedece hasta los ollucos y te los congela en las noches de julio, así llegó a los muelles del Callao, con la complicidad de los estibas, entre productos ilegales, junto al whisky  y los pantalones ‘Lee’ de contrabando, junto a perfumes , licores, la Yohimbina y los relojes con tremendos cadenones, empezaron a llegar calentitos los LP y los 45 de la chacra a la olla, mejor dicho del barco al Sabroso. Bienaventurados los estibas porque ellos fueron los grandes artífices de que ese fenómeno llamado música tropical hecho en NY hoy llamado salsa se metiera de caballazo a los pecaminosos bares de de la avenida  2 de mayo y aledaños.

Hay que darles el crédito a los estibas. Ellos se jactaban – además de sus conquistas amorosas- de sus recientes adquisiciones musicales, las cuales exhibían junto a sus tremendos esclavones de orégano y sus tabas de taco aperillado – de la originalidad de tener en sus manos los primeros temas del Gran Combo, de Eddie Palmieri, de Alegre All Stars y de Joe Cuba con un crooner casi adolescente y libre de drogas llamado Cheo Feliciano. Se escuchaban temas alucinantemente bárbaros con la B de Benny Moré que ya no llegaban, por el estúpido y enfermizo bloqueo a Cuba.

Sin embargo le faltaba algo así como un pellizcón de orégano para completar el saoco, y es que aquella novedosa música tropical se bailaba al estilo guaracha antigua de la Sonora Matancera. No se conocía la coreografía neoyoricua (mitad Nuyol, mitad Boricua); y para aprenderla hubo que transcurrir varios almanaques de Bristol. Los chalacos ebrios escuchaban a un  Pellin Rodríguez quien cantaba muy ufano que tenía un swing sabroso, Palmieri acompañaba a Ismael Quintana en su dolor porque su Muñeca no lo perdonaba. Cheo le había pedido prestado – para no devolverlo jamás - el estribillo de su “I’ll never go back to Georgia” a Dizzie Gillespie y silbaba “el Pito” con Joe Cuba en las congas, llamadas tumbadoras A. C (antes de Castro).

Pasarían algunos cuantos almanaques para que Willie y Héctor rompieran moldes, esquemas y rocolas y alborotaran el cotarro, porque con ellos se cerró el círculo de fuego: ritmo, clave 1-2-3, 1-2,  soneo, solos de trombón, de piano, de timbal, de tumbadoras (rebautizadas  por los gringos, cuando no,  como conga drums,) y la pizca de sabor que faltaba para que los chalacos paladeen: el baile. Y se cerró el círculo, ladies and gentleman, a bailar, showtime, ¡a bailar que el mundo se va a cambiar, let’s dance!

Se llenaban los conos (y no con helado)...

Algunos autores afirman que la salsa nació con la Fania. Nada más falso. La salsa, aún sin ese polémico nombrecillo, desembarcó al rico Llauca un par de años después de la llegada de Castro al poder en Cubita la bella. El primer LP de ese tipo, aunque no se le llamaba salsa, lo escuché por el Gran Combo en los años 63 o 64, pero no sé si por la huelga de tranviarios o por la terquedad de los chalacos para no compartir sus secretos musicales con los limeños mazamorreros, la música latina - como se llamaba a la salsa neoyoricua en esos tiempos - no llegaba a la capital, a Limón. 

Y demoró en llegar algunos años más. Es que empezaban a repletarse los conos y no precisamente de helado, sino de provincianos e inquilinos morosos en unas invasiones a las que la Prensa y El Comercio tildaban de bárbaras, con una tilde que caía como hachazo en el ojo. Y los paisas, por la alegría de saber que jamás volverían a pagar el alquiler de la jato y por la tristeza de recordar los huaynos de su tierra, daban sus primeros pasos de cumbias y chichas de los Demonios de Corrocochay, de los antojos del guitarrista de los anteojos culo de damajuana de un señor llamado Enrique Delgado Montes y sus Destellos.

-  ¡Bailar salsa! – se quejaba un ayacuchano – ¡como si fuese fácil! Esa música es de negros y en mi tierra no los hay, papay, porque los negros en las alturas se ahogan y se mueren nomás, papay. Lo calentito nomás les gusta, papay, además si mi chola me pesca moviendo las caderas, vistiendo esas camisas con los colores de la bandera de Tahuantisuyo – que jamás tuvo bandera – va a pensar que le estoy haciendo brujería como los chamanes que soplan aguardiente y zapatean haciendo sonar una maraca. Peor sería que crea que soy un cholo maricón, papay. Se me va con otro cholo, papay. Mejor bailo mi cumbia nomás, papay. (CONTINUARÁ)


2 comentarios:

  1. Todo bien con el texto, pero qué tiene que ver el rock subterráneo con la moda norteamericana? Muchas bandas subtes criticaban la alienación... además, la salsa acaso es música peruana? Hay que informarse de rock antes de opinar

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  2. Lince fue cuna de importantes bandas de rock (no nueva ola, sino rock): Saicos, Mads, Belkings, Zanys y músicos de G3, Narcosis y muchos otros

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